Democracia real: Qué persigue y qué implica


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No puede haber democracia real si dicha misma democracia no llega a las estructuras internas de los partidos políticos.

La democracia es el único instrumento capaz de reconocer y premiar el liderazgo verdadero. Por ello, en tanto los partidos no sean permeables a dicho liderazgo, es decir, en tanto no sean verdaderamente democráticos, la sociedad permanecerá huérfana del mismo.

Hoy, para cuando al ciudadano se le llama a votar, ya todo está decidido. No hay nada previo en lo que pueda realmente influir. Se arman los discursos, las listas, los programas, los aparatos, las candidaturas y se lleva el resultado al refrendo popular. Pero sólo para que el teórico soberano ratifique con su voto lo ya orquestado. Es decir, programas y candidatos, aunque en realidad ni eso. Los partidos siempre se reservan una doble agenda: la que se compromete en campaña y la que, dicen, deben realizar al cabo de ganar. Igual que se permiten cambiar a sus cabezas con la posesión ya tomada sin importarles eludir el mandato recibido. Todo de forma premeditada y planificada. El colmo de la falta de pudor antidemocrático.

La democracia se configura en cada eslabón por el que transita el poder desde su fuente, el pueblo, hasta el último político que lo ejerce. Basta con que en un solo punto de dicha cadena no exista democracia para que la denominación pierda su auténtico sentido.

Como hemos visto, la bondad del sistema democrático frente al resto sistemas políticos deriva, tan solo, de ser el único instrumento capaz de facilitar con garantías que los pueblos sean representados por sus líderes naturales. Cuando los sistemas de partidos cortan dicha posibilidad mucho antes de que los ciudadanos tengan algo sobre lo que decidir, se neutraliza la democracia y, con ello, cualquier posibilidad de liderazgo social. Aquél que vela por la igualdad de oportunidades ejercida en libertad y con seguridad. Y sin líderes verdaderos, no hay grupo humano que pueda prosperar, incluso sobrevivir en el largo plazo.

Porque democracia real = Liderazgo verdadero = Progreso y dignidad de los pueblos.

Pues bien, actualmente, en casi ningún sistema en toda Europa, y por extensión en el resto del mundo, se exige en los partidos democracia interna. Algo visto como una opción, no como una regla. De ahí la crisis política y moral, además de económica, en la que nos encontramos. Crisis que deriva de la falta absoluta de liderazgo.

Hoy sólo dominan unas organizaciones privadas, burocratizadas, herméticas, ultrapiramidales, superjerarquizadas y casi imposibles de infiltrar mal llamadas partidos políticos. En lugar de un instrumento para la democracia, un escollo, un obstáculo o barrera más para su desarrollo. Organizaciones cuyos aparatos fruto de intrigas, clientelismos, manipulaciones y luchas intestinas por el poder, en connivencia con un puñado de intereses externos y particulares, deciden en cada momento y sin apenas influjo social, quién y cómo gobernará. Incluso, hasta cuándo. Por lo que al final da igual si gana uno u otro partido de esos ya consagrados por la propia articulación del sistema. Todos forman parte de lo mismo. 

El contrato de adhesión que se firma al votar legitima a dichos partidos a plantear casi cualquier cosa, como a imponer a casi cualquier persona, por muy inoportuna e impopular que sea. Aunque curiosamente, esos mismos partidos sí se reserven el derecho de romper su compromiso en lo que les deja de interesar (o nunca lo hizo), siempre apelando a un supuesto o falso sentido de la responsabilidad.

En definitiva, democracia es elegir líderes. En ningún caso hablamos de un modelo asambleario. Pero ello obliga a los más amplios ‘quorums’ tanto del lado de los electores como de los elegibles en cualquier eslabón del sistema, pero más en aquél en torno al cual se configura el mismo: en el eslabón de los partidos. Y por igual motivo, se hace tan imprescindible la máxima transparencia. Para que allí donde se ejerce el poder el ciudadano pueda, realmente, decidir entre las alternativas que se le presentan

Si no se aplican rigurosamente estos criterios, elección democrática de líderes y la máxima transparencia en la cosa pública, qué más da quien nos gobierne. Vamos ciegos y teledirigidos. Sometidos al dictado e interés ajeno y a la materialización de concepciones personalistas que no buscan el progreso social ni ser reflejo de la sociedad plural que se dice representar. 

About fernando de souza diaz pavon

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